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« en: 16 Abril, 2022, 05:40 pm »
Hola
El siguiente texto fue compartido vía mail por un profesor del área de Lengua y Literatura de la escuela secundaria donde trabajo.
Intuyo que tengo el permiso para publicarlo, porque su respuesta fue dirigida a todos los docentes, incluyendo a los directivos, los cuales elaboraron un texto sobre la prohibición del material impreso y la "cultura digital" y la única respuesta publicada abiertamente fue la de este profesor.
Saludos
A continuación destaco en azul las ideas que luego comento en rojo.
Hacia una Cultura Digital en la Institución
Estuvimos pensando acerca de nuestra decisión que presentamos en febrero de este año respecto a la no utilización de libros de textos en las asignaturas y la necesidad de digitalizar las guías de trabajo.
Por supuesto que sostenemos la idea de evitar como ocurre en cualquier ámbito además del educativo, evitar el uso de papel por cuestiones medioambientales.
A su vez, tenemos razones pedagógicas que en su momento comentamos en la EMI* del 7 de febrero de este año para argumentar nuestra solicitud expresada en el inicio de esta nota.
*Espacio de Mejora Institucional.
Razones pedagógicas. ¿Cuáles son? Me resulta muy difícil imaginarlas.
No obstante, sabemos que algunos de Ustedes conversaron con nosotros para exponernos sus motivos que no estaría en sintonía con nuestra consigna. A su vez, algunos no promovieron ese diálogo, actuando sin considerar nuestra resolución con los alumnos y generando un impacto negativo en la organización escolar.
Sin ignorar estos sucesos, queremos avanzar en nuestra determinación sustentada en lo que conocemos como cultura digital, reconociendo que ya recorrimos un camino en ese sentido con trabajos que realizan algunos colegas en sus asignaturas y material que compartimos con los coordinadores de área en nuestro espacio colaborativo docente.
Cultura digital. ¿Puede definir este concepto, en relación con la escuela? Francamente, no lo conozco con precisión. Y si puede ser, explicar por qué el desarrollo de la “cultura digital” hace necesaria la prohibición de usar material impreso.
En ese sentido, ese trabajo y dinámica nos interpela en nuestra perspectiva pedagógica porque marca una diferencia no solo de pensamiento sino también de época (¿Cuál/es diferencias?), a partir de las nuevas subjetividades presentes en los adolescentes de nuestra institución.
Nuevas subjetividades. Otro concepto que no tengo plenamente claro. Por favor, desarróllelo, para que no sea una mera etiqueta que cada uno cargue de contenido según los propios prejuicios.
En relación a la pedagogía, fuimos formados en una visión reproductiva, homogénea y en que el tiempo de aprendizaje es todos al mismo tiempo, “monocromía” al decir de Flavia Terigi.
No estoy de acuerdo. El conjunto de profesores que tuve en la escuela secundaria no era homogéneo, ni monocromo, y eso que cursé la escuela secundaria entre los años 1979 y 1983. (Es imposible la homogeneidad, tratándose de seres humanos, aunque sea el sueño de los regímenes totalitarios). Todavía mayor diversidad había en la facultad, ya que en 1984 hubo una enorme diversificación de cátedras paralelas, porque muchos docentes volvieron a dar clases luego de pasada la dictadura. En cuanto a “todos al mismo tiempo”, sí estoy de acuerdo. Muchos necesitamos más tiempo que otros (demoré 8 años y medio en terminar la facultad, cuando otros lo hacían en 5 ó 6 años), por diversas razones, de modo que es entendible, saludable y pedagógicamente correcto que algunos alumnos necesiten repetir el año durante la escuela secundaria.
En ese formato de escuela, Ustedes recordarán que el libro de texto mejor conocido como “manual”, era una tecnología y herramienta que sustentaba ese orden al cual todos los alumnos debían recurrir, casi como una biblia laica. Es necesario reconocer que esa pedagogía de fines del siglo XIX, inicio del XX, trajo un crecimiento importante en nuestro país que inclusive generó algunos premios Nobeles.
A mi criterio, la frase destacada expresa una relación afectiva-emocional, tanto con los “manuales” como con la Biblia, que deriva de una experiencia negativa de imposición, que no todos compartimos necesariamente.
“Manual”, como su nombre lo indica, hace referencia a la practicidad de un libro/objeto que se puede llevar en la mano, que es portable, a diferencia de las grandes enciclopedias. Es un género discursivo que compendia, explica, adapta y ordena información de fuentes de dificultosa accesibilidad, con un criterio pedagógico acorde al nivel de los alumnos a quienes está dirigido. Que lo que el manual dice sea considerado incuestionable, depende del uso que el docente haga de él, no de la herramienta en sí misma. En mi caso, frecuentemente cuestiono las fuentes a las que recurro (no sólo los manuales), e incentivo en mis alumnos el ejercicio del cuestionamiento, la argumentación, y la consideración de los diferentes puntos de vista. Hace años que dejé de utilizar en el aula los manuales, pero no porque no sean útiles, sino porque las últimas veces que los utilicé no llegábamos a leer ni la tercera parte de los mismos, y porque durante el año voy descubriendo otros textos a los cuales recurrir. Por estas razones, en otra escuela en la que trabajo, ME NEGUÉ A UTILIZAR OBLIGATORIAMENTE UN CUADERNILLO IMPRESO elaborado en el área. Lo que hago habitualmente es proveer a mis alumnos del material digitalizado de cada unidad, a medida que vamos avanzando en el programa, pero les recomiendo enfáticamente que lo impriman. Y en algunos casos, por el modo en que utilizamos los textos 8escribiendo sobre ellos), es imprescindible que los tengan impresos.
Anécdota: En 2ºA pregunté si sabían qué era un “manual”, y me respondieron que nunca habían usado ninguno.
Con respecto a la Biblia, lamentablemente me he encontrado con muchas personas que la consideran un “manual de instrucciones”, sea para cumplirlo escrupulosamente, sea para transgredirlo sistemáticamente. Creo que esta consideración de la Biblia (que es una colección de más de 70 libros de géneros discursivos diversos) es una reducción producto de la ignorancia y de una mala experiencia catequética; básicamente, desconoce la dimensión dialogal de los textos bíblicos.
De modo que, como dije al principio de este comentario, relacionar “manual” y “Biblia” denota un prejuicio (comprensible en relación a la experiencia personal) tanto de uno como de otro género discursivo.
Por otra parte, si el “manual” no es la Biblia, la Dra. Magistra Flavia Terigi no es el Papa, ni FLACSO la Iglesia. Sólo sería así si no fuéramos capaces de distinguir entre fe y razón (que de ningún modo son incompatibles, pero es un tema del que podríamos hablar el año entero, y nos quedarímos cortos)
Desde hace unas décadas y con fuerte influencia de las tecnologías se produjo un cambio en el conocimiento y en las formas de acceder a la información. Asumir esa postura nos impacta rotundamente en nuestras formas de entender la educación, particularmente en la didáctica y en la forma de concebir nuestra subjetividad y práctica docente.
Acceder a la información. Evidentemente, la practicidad del “manual” ha sido ampliamente superada por los dispositivos electrónicos, ya que la capacidad de acceder a la información a través de internet es infinita. Precisamente por esto último, la tarea del docente no es transmitir información, sino incentivar y promover el aprendizaje de los alumnos. ME DA VERGÜENZA TENER QUE DECIR ENTRE COLEGAS QUE APRENDER ES MUCHO MÁS QUE ACCEDER A INFORMACIÓN. Aprender implica modificaciones neurológicas, físicas; es una experiencia cognitiva, multisensorial y afectiva de la que no podemos excluir nuestra dimensión corporal. No es lo mismo ver un texto en la pantalla de un celular, como si lo estuviéramos espiando por el ojo de una cerradura, que tener la página completa frente a nosotros, con luz natural, con la posibilidad de subrayar, de hacer notas marginales, de desarrollar la memoria visual de la disposición espacial del texto. Además, para muchos alumnos es irresistible la tentación de ver en el celular otra cosa diferente de la indicada por el docente, en la cual deben concentrarse en ese momento. Si tenemos clases presenciales, aprovechémoslas. Si la “cultura digital” es el valor supremo, volvamos pues a la virtualidad.
Esta última y en varias oportunidades lo expresamos que concebimos al docente como un intelectual y un diseñador de su enseñanza y de sus materiales didácticos. Este punto, en función de aquello que les solicitamos, hallamos la razón fundamental para que se produzca esa variante, ese cambio acorde a las circunstancias actuales.
...diseñador de su enseñanza y de sus materiales didácticos. Ya que se nos considera de este modo, ¿por qué privarnos de herramientas de diseño, de materiales de trabajo? El uso de dispositivos electrónicos puede incorporarse perfectamente a las clases, sin necesidad de excluir otras herramientas.
Editoriales que siempre editaron libros, hoy las realizan en formato digital. Plataformas educativas entre ellas de gobiernos nacionales y provinciales que diseñan secuencias didácticas con libros digitalizados. Fundaciones estatales y privadas que capacitan en estrategias con y en tecnologías para desarrollar una cultura digital en modalidades sincrónicas y asincrónicas para educar.
Seguramente, en una mirada rápida en lo expuesto, nos genera una fatiga y un agobio, produciendo las consabidas resistencias y abroquelamientos que no dejan espacio para darle la bienvenida a lo nuevo.
...darle la bienvenida a lo nuevo. Bienvenido sea lo nuevo, pero ¿por qué desechar lo anterior, si hay lugar para ambos? Aporto también una cita de autoridad (aunque no es mi recurso argumentativo preferido) referida a la didáctica. Mateo 13, 52 "todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo."
Queremos ser justos, ante el malestar no todos reaccionan de la misma manera. Ante nuestras propuestas muchos buscan nuevas formas de enseñar, se juntan con otros colegas para pensar cosas nuevas, probando materiales compartidos. Otros no.
Sabemos, hay experiencias que funcionan, pero debemos reconocer… “no todas” y ese margen es al que nos referimos, en nuestra solicitud los convocamos a asistir a ese borde que se presenta incierto, pero representa una experiencia por la que debemos transitar.
Philippe Meirieu, en su libro Frankestein Educador tiene como conclusión algo en que nos identificamos, “sobreponerse siempre a la prisa por terminar”. Recuerden que para esa misión nos estamos acompañando.