http://personales.ya.com/casanchi/mat/paseo0405.pdf¿Cuatro colores son suficientes?
por
Marta Macho Stadler, Universidad del País Vasco-Euskal
Herriko Unibertsitatea
Hay dos corrientes principales respecto a los conceptos anteriormente descritos:
1. Los escépticos, que afirman que el aspecto de la comprobabilidad es el que
pone en duda la credibilidad de la prueba. Si las pruebas deben ser verificadas,
parece que entonces automáticamente una persona (lo opuesto a una máquina)
debe completar esta tarea, y esto no puede hacerse con la prueba del problema de
los cuatro colores.
Paul Halmos opina que la demostración realizada con
un ordenador tiene la misma credibilidad que si está
hecha por un adivino, las máquinas tienen algunas
propiedades físicas que aún tenemos que entender.
“No puedo aprender nada de la demostración.
La prueba no indica la razón por la que sólo se necesitan
cuatro colores ¿por qué no trece? ¿Qué tiene de
especial el número cuatro?”
De manera similar, Pierre Deligne (medalla Field en1978) opina: “No creo
en una prueba hecha con ordenador. En primer lugar, soy demasiado egocéntrico.
Creo en una demostración si la entiendo, si está clara. Un ordenador puede
también cometer errores, pero es mucho más difícil encontrarlos”.
Tymockzo dice que usar un ordenador para establecer una verdad matemática
es transformar pruebas en experimentos. Afirma que el problema de los cuatro
colores ha sido confirmado a través de un experimento de física teórica, pero no
probado de una manera formal. Aunque se tiene una pequeña idea de lo que el
ordenador está testando, no se tiene el cien por cien de seguridad de lo que se
está haciendo. Esto significa que la naturaleza de los resultados demostrados con
ordenador es del tipo “Simon dice”, donde los matemáticos son invitados a tener
fe y a creerse lo que una criatura superior afirma.
Swart reconcilia esta divergencia entre los teoremas convencionales y no convencionales, introduciendo un nuevo idioma, los agnogramas: se empieza con
conjeturas cuando un nuevo problema se plantea, se pasa a los agnogramas (enunciados
ciertos que se verifican de la mejor manera posible, pero cuya veracidad
no se conoce con la misma seguridad que la de un teorema... y que no hay que
creer) y entonces se termina con teoremas, que son los gobernantes absolutos del
mercado matemático. Swart piensa que el problema de los cuatro colores está en
esta categoría.
2. Los no escépticos argumentan que la queja de que los ordenadores tienen virus
o producen errores, se puede aplicar de la misma manera a las personas, que se
equivocan muy a menudo. Aunque los errores cometidos por los ordenadores son
más difíciles de detectar, los humanos fallan con más frecuencia. Los ordenadores
siguen un programa rígido predeterminado, y no tienen distracciones motivadas
por los cambios de humor, el estrés u otros factores externos.
La longitud de algunas demostraciones está más allá de la capacidad de computación
humana, pero es perfectamente aceptable por los estándares de las máquinas.
Además, la idea de que no pueden usarse ordenadores será cada vez más extraña
para la siguiente generación: es una cuestión de aceptación y familiaridad;
serán (¿son?) herramientas como el lápiz y el papel.
La prueba de Appel y Haken es en cierto sentido convencional, consiste en una
serie de pasos lógicos, que conducen a una conclusión: la conjetura puede reducirse
a una predicción sobre el comportamiento de unos 2.000 mapas diferentes.
J.L. Casti [Mathematical Mountaintops, Oxford University Press, 2001] afirma
respecto a la prueba del teorema de los cuatro colores: “Como el problema se
ha obtenido por medios totalmente inapropiados, ningún matemático de primera
fila debería trabajar más en ello y por lo tanto una demostración decente puede
ser retrasada indefinidamente... Así que hemos hecho una cosa mala, muy mala y
pienso que una cosa similar no debería cometerse nunca más”.
En respuesta a esta opinión, D. Archdeacon responde “hay muchas malas pinturas
de jardines, pero eso no impidió a Van Gogh pintar sus girasoles”...
Las personas buscan mejorar en todos los aspectos de la vida, y de manera
similar, los matemáticos buscan demostraciones mejores, más elegantes, más cortas
y más bellas. Este es precisamente el propósito del libro de M. Aigner y G.M.
Ziegler [El libro de las demostraciones, Nivola, 2005], en el que los autores recopilan
treinta demostraciones perfectas de varias áreas de la matemática, que son
candidatas para El Libro en el cual Dios registra las demostraciones perfectas de
todos los teoremas y del que un matemático sólo llega a descubrir una parte a lo
largo de su vida, según afirmaba Paul Erdös.
Continúa...