En cualquier caso digo yo que alguien tendrá que responsabilizarse de que las preguntas que proponen y las respuestas que se dan por buenas no sean una sarta de disparates.
Por supuesto, y el responsable en primera instancia es el tribunal que analizó y desestimó la primera reclamación, y en segunda instancia el juez que hizo lo propio con la segunda.
Mis intervenciones anteriores no pretendían eximir a ambos de su responsabilidad, como si dijera: "pobrecitos, si no se les puede pedir más". Al contrario, es obvio que ni uno ni otro ha estado a la altura de la responsabilidad que recaía sobre ellos. Sólo puntualizaba que, probablemente, esas actuaciones injustificables no han obedecido a ninguna forma de mala intención, corrupción o tal vez ni siquiera a no tomarse suficientemente en serio su trabajo, sino a que no dan más de sí. Es probable que todos estuvieran sinceramente convencidos de que la respuesta C era evidentemente la correcta y que si no entendían la argumentación no era por falta de atención por su parte, sino porque no hay nada que entender.
En un mundo perfecto (en cuanto a su organización, no en cuanto a la perfección de sus habitantes), una situación así sería prácticamente inevitable (siempre le puede tocar juzgar algo a alguien incompetente para juzgarlo), pero no debería ser grave, pues siempre debería existir la posibilidad de reclamar a una instancia superior que corrija el desaguisado. Y tal vez peco de ingenuo si pienso que el juez habría reconsiderado su postura si se hubiera encontrado con un informe de "expertos" que sostuvieran que la respuesta correcta es la A.
Y como dijo Fernando, si se le presta antención real a la reclamación tampoco hay que ser Einstein para entender las matizaciones de Higino. Presentarle atención real, tomarlas en cuenta, es tomarse el trabajo en serio.
Hombre, qué te voy a contar yo a ti sobre lo difícil que es a veces convencer a alguien de que está diciendo tonterías. Pero en este caso, ni siquiera de ha dado el caso, pues lo más que habrá sucedido es que tanto el tribunal de la oposición como el juez habrán visto la argumentación de Higinio y —plausiblemente— de buena fe, la habrán desestimado como evidentemente absurda, sin que hubiera nadie ahí para decirles: ¡Eh!, piénsalo mejor que no es tan tonto como te parece.
Y con esto insisto en que no estoy disculpando a nadie. Si alguien provoca un daño por negligencia, no por ello deja de ser responsable del daño causado. Lo único que hace falta aquí es un contexto en el que alguien pueda alegar que hay gente formada y respetable que opina que la respuesta correcta es la A. Ni siquiera haría falta convencer a nadie de que no es una mera "opinión", sino que el mero hecho de que un porcentaje de "mentes respetables" pensemos que la opción correcta es la A ya sería motivo suficiente para invalidar la pregunta por ambigua (cuando en realidad no habría que invalidad nada, sino simplemente dar la A como correcta y listos).
Como ya he comentado mi función como preparador de asignaturas de ciencias e ingenierías me ha concedido una atalaya privilegiada para observar que un catedrático de matemáticas no tiene por qué (necesariamente) saber matemáticas, lo cual muestra como funciona el repugnante método de acceso a estos puestos.
Un compañero mío que fue profesor de instituto me contó una vez que un catedrático de lengua (de instituto) acudió todo indignado a una reunión porque a su departamento le habían concedido el 0.2% del presupuesto del centro, mientras que a tal otro le habían concedido —sin justificación alguna— nada menos que el 0.12%. Y fue difícil convencerlo de que mejor se callaba. ¿Qué hacemos si a alguien así le toca corregir un examen de oposiciones con preguntas psicotécnicas con porcentajes?