En cualquier alfombra encuentras dibujos semejantes; en cualquier calidoscopio mas brillantes y coloridos. En cualquier museo, monasterio o palacio, o en muchas imágenes sintetizadas por ordenador, encontrarás maravillas superiores.
Incluso hay mandalas preciosos, que habría que inmortalizar, pero el tatuaje no consigue mas que un pobre esbozo perenne, mientras que el mandala es en esencia efímero. ¿Y una calcomanía como en discotecas o centros recreativos, donde la preocupación es al contrario, que aguante una ducha y recordar solo un ratito mas lo pasado?.
Sobre tatuarse no le veo mas utilidad que indicar sumisión a lo que represente el logo, como el grito futbolero saleroso de: ¡Viva er Beti... manque pierda!, que indica que estas con los tuyos de todas formas, admitido en el juego y en el deporte mientras dure el encuentro, como grito de la seudoguerra ciega que representan.
Con referencia a los marinos, leí no hace mucho, que podían lucir pendientes y supongo que tatuajes por cruzar el cabo de Buena Esperanza (*), y quedaban eximidos de arrodillarse ante el rey. Así que me parecen imposturas o disfraces, para mimetizarse con hombres duros, y, por extensión, con carcelarios, por temores.
Pero no me hagas mucho caso, que no entiendo ni estoy a la moda mas rabiosa, que solo te doy la opinión que demandas. Un cordial saludo.
(*) El misterio de las olas gigantes, surgidas de la nada, en la costa oriental de África, parece que proviene de juntar corrientes y vientos contrarios, con la producción de ondas de distinta celeridad, que al solaparse, necesariamente, producen los naufragios inmediatos. Dicen que alejándose de la costa la navegación es mas uniforme, lo que me hace pensar que tal vez es un fenómeno además costero, por la forma o profundidad del litoral. No se que puede haber de cierto y confieso que poco mas sé con fundamento, que el interés es de origen mítico infantil, no llegando a desvelar el fenómeno físico originario. Tendría que tatuarme todas la ignorancias en las que no trabaje, como escarmiento, pero no tendría sitio en el cuerpo, ni aunque fuera elefante de orejas mas descomunales. Y permitiría que me arrancasen las orejas donde luciera aros o pendientes, por no haber surcado dichos mares ni desentrañado sus misterios en gabinete.